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Susana

¡Bailamos el Yoga!

Desde el inicio de la Humanidad, la danza ha servido para expresar los sentimientos, y muchos textos clásicos del yoga demuestran su influencia en el desarrollo de asanas.


Las danzas primitivas del Neolítico eran una expresión de júbilo que acabaron por convertirse en una técnica depurada de movimientos estructurados. Para dominar estos movimientos es fundamental controlar una serie de posturas estáticas que, entrelazadas entre sí, resultan ese movimiento dinámico. Y así nace la danza rítmica, lenta y consciente, donde el control del cuerpo y el equilibrio son los verdaderos protagonistas.


Dar el paso de la danza a las asanas, solo necesitó de la intención del danzante y el nivel de conciencia sobre sus propios movimientos. Así, cuando se perfecciona la técnica de los bailes rituales, nace también la toma de conciencia entre la relación que existe entre lo físico y lo mental, la forma y el fondo… Y, al profundizar en ese conocimiento, el “bailarín”, como el practicante de yoga, llega a sentir en su interior aspectos relacionados con su verdadera espiritualidad. Esta revolución interna transformó al ser humano, convirtiéndolo en buscador de su propia trascendencia.


En los textos clásicos nos encontramos con tres Dioses principales: Brahma, que es el creador de todo lo que existe, Vishnu que es el sostenedor y Shiva que es el Dios de la destrucción y la muerte, pero también de la transformación. Estas tres fuerzas representan la naturaleza del mundo de los fenómenos, donde las cosas y los seres son creados, viven y por último de disuelven. Pero la danza de Shiva es la danza de la vida también. Entrar en esta danza es participar de las energías del universo e integrar todos los opuestos: el cielo y la tierra, el dolor y el placer, etc… Shiva Nataraja representa la conciencia que percibe la disolución y la recreación constante del mundo de los fenómenos a cada instante.

Shiva une su cualidad de “dios de la mística” a la de “señor de la danza”, creando mas de una centenar de danzas, unas apacibles, otras encendidas, como la danza cósmica de la destrucción, que se cuenta en la leyenda de Tandava:


“Shiva se acercó a visitar a un grupo de sabios y monjes reunidos en un osario. Aunque eran santos, aún vivían en la ignorancia, ya que se encontraban atados a sus doctrinas, dogmas y creencias. Como veían el mundo como algo separado a la realidad, no supieron reconocer a Shiva, el cual vivía fuera de todas las categorías. Así que los sabios empezaron a burlarse de aquel extraño e intentaron expulsarlo del osario, pero Shiva, ni se inmutó.

Los sabios, enfadados, le mandaron un tigre feroz… pero Shiva se limitó a despellejarlo, y se ató la piel a su cintura. Los sabios, mas enfurecidos todavía, le lanzaron una serpiente, que Shiva se colocó alrededor del cuello, incorporando a su propio poder este símbolo del mal…

Por último, los sabios le enviaron un demonio, Muyalaka, que simboliza el olvido de la realidad, los lazos de la ilusión.



Llegado a este punto, a Shiva se le había agotado la paciencia, y se decidió a mostrar a los sabio su verdadera naturaleza…¡Y la de ellos!

Así que apoyó su pie sobre el demonio del olvido y empezó a bailar una danza cósmica que abarcó todo el universo.

Todos los dioses acudieron desde las distintas moradas celestiales para contemplar el espectáculo. Mientras bailaba, Shiva comenzó a golpear su tambor, con un ritmo constante, que poco a poco fue ganando velocidad, hasta que se hizo tan rápido, que empezó a emitir una luz cegadora.

Mientras giraba y giraba el dios de la danza, el mundo empezó a disolverse gradualmente.

Y, al disolverse el mundo de las formas, Shiva ofreció a los dioses y a los sabios una experiencia directa del éxtasis.

La danza de Shiva puso al descubierto la manera en que nuestra experiencia ordinaria del mundo de los objetos no es mas que una construcción de la conciencia.

Cuando terminó su danza, el mundo se había disuelto en luz. Entonces, Shiva, realizó el más sorprendente de sus trucos: volver a restaurar el mundo a partir de la nada.

En la danza de Shiva, todo es creado y disuelto a cada instante. Nada es sólido y real, sino una construcción de nuestra conciencia.



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